Saturday, June 24, 2017

Los gritos del silencio.

El país atraviesa un momento especialmente difícil. Todos los días los venezolanos despertamos con noticias trágicas; los titulares nos hablan de muerte, violencia y dolor. Se nos va el día revisando información sobre la ola de protestas que lleva más de 60 días, justas y además justificadas, la represión desmedida e ilegal, y propuestas que no solucionan la crisis sino por el contrario la agravan. Estamos  sumergidos en medio de rumores, zozobra, impotencia y hasta frustración; toda la realidad parece hablarnos de desolación. Sin embargo, fui testigo durante muchos sábados de cómo el país se va gestando también desde lo pequeño, de la manera en que tanta gente está haciendo su apuesta sencilla pero valiosa.

En Padre Diego, todas las semanas 8 niños con edades comprendidas entre los 10 y 13 años se reunían con la intención de asistir a catequesis. La señora Dulce despertaba cada sábado con ánimo y ganas de ir a darla, de acompañar a estos niños en su vida de fe, de ayudarlos a ser buenos cristianos, es decir, seres humanos edificantes, que se reconozcan, tiendan puentes y concilien. Dios me ha dado la oportunidad de estar con ellos en este proceso formativo y de descubrir a su Hijo de 11 años.

Cuando se me pidió acompañar la catequesis de esta comunidad sentí miedo, nunca había hecho algo semejante. Gracias a ese miedo pude acercarme a los muchachos para descubrir juntos los miedos que surgen al entrar en la adolescencia, la impotencia ante una realidad que parece acorralarlos y aventurarnos, de la mano, a vivir la experiencia del Jesús adolescente que quiere hacerse amigo de cada uno de ellos y que, con el paso de las sesiones, lo íbamos descubriendo y sintiendo.

Muchas mamás apostaban en medio de la dificultad para que sus hijos no faltaran cada sábado a la catequesis, una apuesta que termina por colocar su esperanza, ante una situación como la actual, en Jesús de Nazaret. Fue bonito ver con los chamos cómo Papá Dios se vale de la debilidad humana para construir el Reino y cómo con Jesús, que es uno de nosotros, lo consolida y nos invita de manera definitiva a la vida en abundancia.

Al principio pensaban que Jesús tenía 30, 40 o 50 años; al final del proceso, lo vieron de 13, sonreían al ver que los entendía y animaba. Jesús los abrazó como hermano, los escuchó como amigo y los impulsó como fuego. Hacer la primera comunión era unirse, ahora con conciencia propia, al estilo de vida que proponía ese nuevo amigo. Yo llegaba cada sábado golpeado por el presente que atraviesa el país, pero al mirar a esos chamitos veía también al futuro, Venezuela sí que tiene esperanza, sí que vienen cosas buenas para esta tierra, porque desde todos los rincones del territorio nacional salen los gritos del silencio, el grito de estos 8, el grito de sus mamás, el grito de Dulce, el grito de todos, que no hace mucha bulla pero lo transforma todo, que lo hace nuevo, que invierte el orden de las cosas y que contradice la lógica a la que estamos acostumbrados, porque es el grito de Jesús, que lo ha transformado todo y lo seguirá haciendo.

Así, el sábado 27 de mayo los 8 muchachos de Padre Diego participaron de la Comunión, que nos alimenta y hace uno, que nos llena de fuerza para seguir gritando con la voz, donde haya que hacerlo, pero que sobre todo potencia nuestros gritos desde el silencio. Desde la Compañía de Jesús y la Iglesia celebramos este momento bonito de estos hermanos nuestros que nos invita a seguir soñando. Y yo, finalmente conocí de forma personal al Jesús de 11 años, lo miré a los ojos y Él, en ellos, me sonrió.
                                                                              Jesús Linares SJ

No comments:

Post a Comment