Rafael Colmenárez

Llegamos a la puerta de la que sería nuestra casa por el mes de diciembre, el pequeño Cottolengo Don Orione, obra de los padres orionistas. Nos dan la bienvenida. Entre abrazos, besos y risas, nos recibían. Se escuchaba decir: “Llegaron los novillos” (de esta manera llaman a los novicios que van de experiencia al Cottolengo, Aquilio un muchacho de la residencia Nazaret es quien nos da el nombre), entre la alegría de los muchachos y trabajadores.
Nos reunimos con la directiva de la institución, nos comentaban que la experiencia de los novicios jesuitas en el Cottolengo para ellos es de gran ayuda ya que diciembre es el mes más movido para ellos: “bienvenidos”. Nos asignaron nuestras tareas que consistían: ayudar a bañar, vestir y alistar a los muchachos en la mañana, dar las comidas, ayudar en las terapias junto a los cuidadores y sencillamente estar acompañando en las residencias. Nos comentaban también que podrían salir algunas ocupaciones extras, por ejemplo, en mi caso me toco animar el compartir de los trabajadores, ayudar en la cocina, pintar y acomodar la residencia San Antonio, realizar el transporte a los trabajadores junto a mis compañeros Francisco y Gerson, el cual les agradezco su compañía.
Si me preguntaran: ¿y lograste ver a Jesús nacer esta navidad? Mi respuesta seria afirmativa, solo ver como se gozan y comparten la eucaristía, que te agradezcan la atención y los besos que sobraban,… Yo, Señor, estoy agradecido porque me quieres y me dejas verte cada día. Contento señor contento.
Me pareció genial. Buena iniciativa!
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