La comunidad del
noviciado Jesuita San Pedro Claver fue invitada por la Hermana Norma Uzcátegui de
la comunidad religiosa Esclavas del Divino Corazón a participar de la Vigilia
de Pentecostés en la zona del Tostao,
ubicada al oeste de Barquisimeto.
El pasado sábado 14 de
Mayo, vivimos la experiencia de Pentecostés. Actividad que nos congrega como
iglesia para confirmar en nuestras vidas la presencia del Espíritu Santo. La Vigilia
comenzó con la Eucaristía en la parroquia Sagrada Familia de Nazaret, estuvo
presidida por el Presbítero Oswaldo Araque y organizada por el grupo
Neocatecumenal que hacen vida en la zona. La celebración de la misa fue el espacio
para reunir a los grupos apostólicos de la parroquia, en ella estuvieron
presentes: laicos, matrimonios, jóvenes, familias, las distintas pastorales y los grupos
religiosos del sector, entre ellos destacan: Las Esclavas Del Divino Corazón,
La Asociación de Fieles Alegría y Esperanza.
La celebración Eucarística
nos introduciría a lo que viviríamos en la experiencia de la Vigilia de
Pentecostés. Como comunidad de fe, oramos juntos, cantamos, escuchamos la
palabra de Dios, acompañamos a 8 jóvenes en la confirmación de su fe. Terminada
la misa, el grupo de laicos, jóvenes y comunidades religiosas, nos montábamos
en un bus que nos llevaría hasta el colegio Fe y Alegría Cardenal Marcelo Spínola,
sus instalaciones están allí en el Tostao, la cual dirigen las hermanas
Esclavas Del Divino Corazón. No era un bus cualquiera, pues en él iba sentida
parte de la juventud del barrio, de
nuestra Iglesia, una muchachada repleta de alegría, de esperanza, cargando en
sus manos la biblia, la guitarra, las pancartas, las cámaras fotográficas que
recogerían la experiencia del momento. Nuestra algarabía iluminaba el camino
oscuro del sector, se sentía la presencia de una iglesia alegre y joven, que
hace bulla en lo taciturno del barrio.
Al llegar al colegio,
dimos gracias a Papá Dios con un canto, en donde cada muchacho podía expresar
su acción de gracia y juntos reconocimos
la vida, y con ella: la familia, el barrio, el trabajo y tanta gente que
quiere construir una mejor sociedad. Seguidamente hicimos dinámicas en donde
saltamos, reímos a carcajada, chocamos nuestras manos, dijimos nuestros nombres
y comenzamos hacer un ambiente de familia, familia que estaría en Vigilia, en
oración, en adoración al Santísimo, en canto, en dinámica y en formación, reconociendo
la acción del Espíritu Santo en esta pequeña comunidad de fe.
En los espacios formativos
de la Vigilia se desarrolló la temática en base a la Trinidad Santa, haciendo
mención a la figura de Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo. Los
espacios de formación estuvieron a cargo de: Jesuita, la Sociedad de Fieles Alegría
y Esperanza y los Laicos Spínola, quienes con creatividad desarrollamos la temática
escuchando al grupo de jóvenes en su experiencia e inquietudes con respecto al
tema, lo cual permitió ampliar la formación de todos los congregados.
Por otra parte, tanto las
comunidades religiosas y de Laicos Asociados comentaron de su experiencia
vocacional, resaltando en primer lugar el llamado a la vida, y como desde ese
deseo profundo de vivir se hacen opciones para servir y amar a Dios en medio de
la cotidianidad. Cada experiencia estuvieron marcadas de anécdotas que reflejan
el modo particular de como Dios nos llama e invita desde lo que somos.
La Vigilia culminó el
día domingo 15 de Mayo a las 6:00 de la
mañana en torno a la encendida de la fogata, como símbolo de la luz de Cristo,
que irradia al mundo con el valor del amor que vence al miedo y la duda, y nos amplía
el horizonte, y junto al fuego se evidencio el deseo de ser y hacer una Iglesia
marcada profundamente por la alegría y la esperanza encarnada en una comunidad
joven que no quiere quedarse en una quietud cobarde y en una inactividad
estéril. Fuimos testigos en compartir al lado de una juventud que reconoce el
valor del Espíritu Santo como fuente de
energía que nos capacita para seguir a Jesús.
Lo vivido nos invita a
construir una Iglesia joven capaz de iluminar con la presencia del Espíritu
Santo lo oscuro del camino, a vivir nuestra juventud con un corazón enardecido con la llama ardiente de la vida y del amor, sintiendo y gustando la llama extraordinaria del Espíritu Santo, y
desde esa llama ser hombres y mujeres con un fuego capaz de encender otros
fuegos, otros corazones, que laten y vibran por la vida, que se muestra en el
día a día, en el abrazo, en la risa,
en un te amo, en lo solidario, en lo
plural de nuestras vidas que rescata el sentido de familia y nos permite
llamarnos, reconocernos y sentirnos hermanos.
Francisco
Serrano SJ
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