El día viernes 23 de abril nos
levantamos todos en la casa, a pesar del sueño, con entusiasmo y una sonrisa y
expectación diferente: llegaban nuestras familias. Durante un fin de semana
entero, cada uno de nosotros pudo compartir el “estilo de vida” con nuestros
hermanos, padres, y demás familiares. En lo personal, pude darme cuenta de que
cada uno de nosotros tiene una historia que ha estado ligado de forma directa
con nuestras familias, y ver a cada uno de los familiares es ver un rasgo de
nosotros mismos.

Desde ese viernes en la mañana y
hasta la noche estuvieron llegando nuestros invitados especiales que, debido a
las distancias de nuestro lugar de origen, se iban acercando a nuestra casa. “Me
alegra que estés bien” o “que feliz te ves”, eran las impresiones de las
familias al vernos y poder compartir de forma distendida nuestros quehaceres, deberes,
horarios y vivencia en ésta, nuestra casa.

El día sábado estuvo cargado de
charlas, paseos, comidas y conversaciones amenas entre nuestras familias que
poco a poco van haciéndose una también. Más que las tareas o intervenciones,
era ver y disfrutar como “los nuestros” van haciéndose y disfrutando este
camino que, aunque es emprendido por nosotros, ellos también lo viven y lo
celebran. Terminamos con una misa el día domingo en la Parroquia de La
Carucieña donde la acción de gracias por un fin de semana diferente y lleno de
Dios.
Si se dice que la familia es “el núcleo
de la sociedad”, me atrevería a decir que es también “el núcleo de la vocación” donde, a pesar de
nuestras historias tan variadas, el Dios de la vida nos invita a disfrutar este
camino con aquellos que Él mismo ha colocado y que han estado y estarán en
nuestras decisiones, alegrías y esperanzas.
Jesús Urribarri SJ
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