En Barinas fui testigo de la experiencia de
trabajo con valor agregado.
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Río Masparro. |
Fui testigo de ver un gran río embarrialado,
crecido y silencioso, cuna de grandes babos y que todos llaman con cariño “El Masparro”.
Fui testigo de grandes calores que acompañaban
la jornada de trabajo.
Fui testigo de unos hermosos atardeceres que
pintaban la inmensidad de la llanura.
Fui testigo del cantar de aves y araguatos
que acompañaban mi despertar.
Fui testigo del reverdecer del llano con las
gotas de lluvia que devolvían los signos de vida.
Fui testigo del compartir fraterno con
personas jamás vistas, que llevan consigo el valor de sentirse y hacer familia.
Fui testigo de la risa compartida en cada
vivencia que nos regalaba la vida.
Fui testigo de un “que pajó fama”, aquella
frase que por más de un mes sustituyó mis buenos días.
Fui testigo del trabajo arduo de aquellos
muchachos que me enseñaron a valorar la faena desde lo más íntimo dejando el
sello del corazón.
Fui testigo de tantas plantas sembradas con
la esperanza de crecer para el camino embellecer.
Fui testigo del sentirme semilla pequeña en
medio de la grandeza del campo sembrando el maíz.
Fui testigo de los grandes cuentos de camino que caracterizan al
llanero.
Fui testigo de noches espesas acompañadas con
la luz de la luna y las estrellas.
Fui testigo de grandes abrazos regalados por
los pequeños en medio de su inocencia.
Fui testigo de grandes caminatas, acompañadas de la frase típica del niño
llanero: ¡Vamos pa’llí, fama, que eso
está cerquitica!
Fui testigo de pastorear a las vacas y correr
tras ellas como quien persigue un sueño.
Fui testigo de montar a caballo, queriendo
imitar la montada llanera, que siempre me salía mal.
Fui testigo de las vacas ordeñar y cada una
por su nombre llamar.
Fui testigo de “manear” a las vacas para bien
poder ordeñar.
Fui testigo de unas noches que se estremecían
con la hilaridad parida desde lo más hondo del llano.
Fui testigo de escuchar las vivencia de los
jesuitas que han estado en Barinas y que hoy ya no están entre nosotros, pero
el recuerdo de su memoria vive en la historia escrita con la tinta indeleble de
sus buenas acciones.
Fui testigo de celebrar cumpleaños y ver
rostros sorprendidos por gestos tan sencillos.
Fui testigo de escuchar las historia de vida
tan interesante que acompaña a cada estudiante.
Fui testigo de una educación apasionada que
sueña y que siente con el calor de la llanura.
Fui testigo de un sueño que hoy camina, tiene
sesenta años y se llama Fe y alegría San Ignacio del Masparro.
Fui testigo de la compañía amorosa de Dios,
celebrando y compartiendo mi experiencia de vida con tanta gente que terminé
queriendo y sintiendo como familia.
Francisco Alejandro Serrano Wellman NSJ
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