Tuesday, July 28, 2015

La fuerza vital que guarda lo pequeño

Erick S. Mayora, novicio jesuita

Con líderes comunitarios de Cantaura y Boquerón
Cuando escuché al Padre Fidel Torres mencionar “Caracas” como el lugar en el que llevaría a cabo mi última experiencia de mes como novicio, traté de mantenerme sereno, sosegado, pero los músculos de la cara y del pecho me comenzaron a temblar, seguramente producto de la fiesta que se prendió dentro de mí.
  
José, lider comunitario de Cantaura
Me llené de mucha alegría al saber que estaría un rato en mi tierra. Pero la alegría fue mayor cuando supe que durante un mes estaría colaborando en la Fundación Centro Gumilla y viviendo en la comunidad jesuita ubicada en la parroquia universitaria de la UCV, dos lugares muy importantes en mi historia de vida.


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El 27 de mayo en la mañana, embelesado, estaba pisando suelo caraqueño. Ver el amanecer en esta ciudad, ver el Ávila dibujarse poco a poco en el horizonte, casi me hacía levitar. Ni siquiera me importaba el típico ajetreo del Metro caraqueño. Me sentía gratamente recibido.

Pero Caracas no podía dejar de ser Caracas. Esa misma ciudad que me recibió con los brazos abiertos el 27 de mayo, exactamente un mes después (el 27 de junio) me despedía con un detallito: cuatro “amigos de lo ajeno” me despojaban de todo, llenándome de rabia, de impotencia, de tristeza, de una sensación de inseguridad que ahora me acompaña para arriba y para abajo.

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Entre un 27 y el otro, fueron muchas las experiencias vividas. Estar en Caracas durante un mes, con tareas concretas, con una misión definida resultó grato e intenso. Sin duda, fue una experiencia de crecimiento, pues pude vivenciar, ahora como joven religioso, la dinámica diaria de una ciudad cada vez más caótica, emocionante y tentadora.
eluniversal.com

Líderes comunitarios de Cantaura y Boquerón
Tuve la oportunidad de colaborar en el VI Encuentro de Constructores de Paz; estuve, por primera vez, en una ordenación sacerdotal (en la de mis hermanos Erardo Hernández, Gerardo Rosales y Robert Yency Rodríguez); colaboré con otros en la revisión de un libro que prontamente publicará el Centro Gumilla; tuve la oportunidad de conocer de cerca y sistematizar experiencias positivas en el oriente de Venezuela (líderes comunitarios que se han formado con el Centro Gumilla y que hoy, en medio de la dura realidad, se han convertido en emprendedores); pude participar en un conversatorio sobre la situación económica del país; y, además, reviví gratos momentos en los Consejos de Redacción de la Revista SIC


Fue un tiempo de mucho trabajo y de mucha riqueza. Pude vivir el gozo de encontrarme con gente que me quiere y a la que quiero, pude volver a recorrer espacios que en el pasado recorrí sediento  de futuro, pude compartir fraternamente y sentir el apoyo de compañeros jesuitas, tuve la oportunidad de ver y padecer la dinámica caótica que día a día va caracterizando la vida del caraqueño (colas, escasez, tráfico, deficiencia de los servicios públicos, delincuencia, etc.), pero también tuve la posibilidad de constatar que ese caos existente en el país no totaliza la realidad venezolana, y que hay mucha gente soñando y trabajando, creyendo y asumiendo una máxima evangélica: lo pequeño guarda una fuerza vital que es capaz de transformar, para bien, cualquier dinámica que nos reste vida verdadera. ¿La tarea pendiente? Apoyar eso pequeño que, genuinamente, va naciendo en nuestras comunidades. ¡Que así sea! 









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