Sunday, April 23, 2017

Volver a casa es ir a la frontera.

Al salir de ejercicios espirituales se me encomendó la misión de ir al Alto Apure para acompañar a las comunidades rurales de la frontera durante la semana mayor. El sábado 8 de abril a las 8:00 am me encontré en la Universidad Católica del Táchira (UCAT) con más de 40 jóvenes que decidieron atreverse a vivir esta experiencia de misión. Algunos viejos conocidos, muchas caras nuevas, todos compartían la alegría de poder salir de sí para ir al encuentro del otro. Por supuesto que me sentía en casa, fue precisamente hace tres años, al montarme en ese autobús rumbo a El Nula que mi vida empezó a cambiar, fue en abril del 2014, en este campamento propuesto por la UCAT que un fuego se incendió en mí corazón, el mismo que hoy me tiene en la Compañía de Jesús.

Llegamos a El Nula y de allí partí en la tarde a Sirirí, comunidad concreta donde iba a vivir 9 días de encuentro profundo con Dios, con la gente de la comunidad y con los compañeros que papá Dios quiso darme en esta experiencia: Yovanny Bermúdez SJ, Leonardo Gamboa SJ, Sergio Avellaneda (UCAT) y Sebastián Méndez (UCAT). Estuvimos toda la semana en Sirirí, acompañamos las actividades propias de la Semana Santa; visitamos hogares, me encontré con rostros que conocía de campamentos anteriores y celebré de nuevo la alegría del encuentro, conocí a muchos otros… nombres y rostros que hoy llevo en mi corazón.

A medida que pasaba la semana iba recordando también los años anteriores y como esa tierra ha sido para mí la Betania donde se ha alimentado mi vocación. Es bonito ver cómo la comunidad ha ido cambiando, cómo yo he ido creciendo, y cómo nos hemos acompañado en ese proceso. En 2014 fui a Valle Verde como campista de la UCAT, me encontré ahí con la Venezuela profunda, la que empieza a trabajar a las 3 am, vi en la mirada de su gente la nobleza de Jesús, en su fe la esperanza del cristianismo y conocí un nuevo modelo de Iglesia, la del encuentro, la de los hermanos. Luego fui como inquieto de la Compañía a Sirirí (2015), aprendí a ponerle rostro y nombre a Jesús, volví como candidato (2016) y me enamoré de ese lugar al que casi nadie quiere mirar. Este año fui como Novicio de la Compañía de Jesús y me convencí aún más de la opción que los jesuitas tenemos que seguir haciendo por nuestra frontera.

El sábado de resurrección visite Campo Alegre, para compartir la fiesta de la resurrección, nos alegramos juntos, como comunidad, de la victoria de Dios ante la muerte y festejamos en nuestra celebración que el sepulcro ha quedado vacío de manera definitiva. Celebrar la palabra en Campo Alegre me alegró de forma especial el corazón, porque es una comunidad que ha sido muy importante para uno de mis grandes amigos, fue sentir que compartía con él (aunque no estaba ahí) la misión, la vida y la alegría de hacernos hermanos y trabajar por construir el Reino, ahí, en el Alto Apure, en medio de las irregularidades, de los miedos, del silencio.

Ese sábado, el de resurrección, estaba de cumpleaños, es el segundo cumpleaños que vivo junto a las personas del Alto Apure, que se acercaban para felicitarme, para alegrarse por mi vida y que al finalizar la misa de pascua, en Sirirí, entonaron a viva voz el “Cumpleaños Feliz”. Definitivamente ir a la frontera es ir a mi casa. Si, una casa que a lo mejor está desordenada, que está sufriendo, donde hay que colaborar para transformar estructuras irregulares, pero una casa con gente buena, maravillosa. Porque la casa es de donde uno es y yo soy de la frontera.

Jesús Linares SJ

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