
Llegamos a El
Nula y de allí partí en la tarde a Sirirí, comunidad concreta donde iba a vivir
9 días de encuentro profundo con Dios, con la gente de la comunidad y con los
compañeros que papá Dios quiso darme en esta experiencia: Yovanny Bermúdez SJ,
Leonardo Gamboa SJ, Sergio Avellaneda (UCAT) y Sebastián Méndez (UCAT).
Estuvimos toda la semana en Sirirí, acompañamos las actividades propias de la
Semana Santa; visitamos hogares, me encontré con rostros que conocía de campamentos
anteriores y celebré de nuevo la alegría del encuentro, conocí a muchos otros…
nombres y rostros que hoy llevo en mi corazón.

El sábado de
resurrección visite Campo Alegre, para compartir la fiesta de la resurrección,
nos alegramos juntos, como comunidad, de la victoria de Dios ante la muerte y
festejamos en nuestra celebración que el sepulcro ha quedado vacío de manera
definitiva. Celebrar la palabra en Campo Alegre me alegró de forma especial el
corazón, porque es una comunidad que ha sido muy importante para uno de mis
grandes amigos, fue sentir que compartía con él (aunque no estaba ahí) la
misión, la vida y la alegría de hacernos hermanos y trabajar por construir el
Reino, ahí, en el Alto Apure, en medio de las irregularidades, de los miedos,
del silencio.
Ese sábado, el
de resurrección, estaba de cumpleaños, es el segundo cumpleaños que vivo junto
a las personas del Alto Apure, que se acercaban para felicitarme, para
alegrarse por mi vida y que al finalizar la misa de pascua, en Sirirí, entonaron
a viva voz el “Cumpleaños Feliz”. Definitivamente ir a la frontera es ir a mi
casa. Si, una casa que a lo mejor está desordenada, que está sufriendo, donde
hay que colaborar para transformar estructuras irregulares, pero una casa con
gente buena, maravillosa. Porque la casa es de donde uno es y yo soy de la
frontera.
Jesús
Linares SJ
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