Entre el 09 de junio y el 07 de julio de
2016, tuvo lugar la tercera experiencia de primer año, del noviciado jesuita
San Pedro Claver; con el toque propio del trabajo campesino de los llanos venezolanos,
en el estado Barinas, específicamente en el Colegio Fe y Alegría José María
Vélaz, conocido en otro tiempo como “San Ignacio del Masparro”, nombre que le
identifica gracias al importante curso de agua que circunda los terrenos de la
institución educativa y lugar donde se encontró con el creador a mediados de
los años 80, el P. J.M. Vélaz, fundador y gran animador de la obra de transformación
social, llamada Fe y Alegría.
El lugar, es sin duda excepcional,
cargado de cantos de pájaros, de las bulliciosas guacharacas, de la suave brisa
que deja el agua del río a su paso, de los aullidos de los araguatos, toda una
manifestación de vida salvaje y naturaleza bárbara que contrasta con las
plantaciones de teca y pardillo, de cítricos, de topochos y yuca, de caña
azucarera y mangos, de guanábanas, nísperos y guayabas; de los rebaños de vacas
lecheras, de becerritos que pastan, de gallinas, de cerdos que se asolean en
sus chiqueros y como no remarcar, que también durante los recesos se oye desde
la distancia la gritería de los muchachos que juegan alegres en las canchas y
en los pasillos del colegio. Todo un espectáculo, capaz de capturar la atención
y ver la mano de Dios que deleita la vida y le da ritmo y color propios.
La importancia de conocer o tener
contacto con el mundo campesino, resulta vital para irse haciendo al modo de un
compañero de Jesús, quien recreó la vida cotidiana del campo en muchas de sus
parábolas, con ejemplificaciones cargadas de sentido y de cercanía, con la
gente humilde y laboriosa de su tiempo. Del mismo modo, resultó muy estimulante
poder colaborar de forma sencilla con el trabajo titánico realizado a diario,
por estudiantes, profesores, directivos y técnicos de campo, quienes en medio
de las durezas del campo, la inclemencia del clima, la baja remuneración
económica percibida, la situación del país y sus luchas internas, siguen apostando
por la educación de calidad que tanto se necesita.
Sin duda, cada experiencia vivida en
este año de noviciado es y va siendo única e irrepetible. En cada una hay
oportunidades para descubrir la riqueza que se esconde en cada persona e
institución, reflejos del mismo Dios Padre-Madre, que reúne a sus hijos y les hace
hermanos en Jesús. En el Masparro, (gracias a Dios) hubo lugar para aprender de
la sencillez y la humildad de niños y adultos dispuestos a compartir su vida y
costumbres, se dio oportunidad de hacer humildes aportes a tan importante obra,
hubo oídos atentos y voluntades dispuestas a abrirse a la novedad del cambio
que impulsa a seguir adelante, que valora los logros del pasado y que sin
rendirse, se permite ver el futuro como un reto lleno de esperanza y de vida
abundante.
Mucho que agradecer a Dios, que se hace
presente en lo pequeño y sencillo, en especial el trato y la atención recibidas:
del personal del colegio, de las hermanas, de la presencia muy particular del jesuita,
P. José Aguirre (Txorrote), sobre todo de los jóvenes y de los niños, quienes
sin protocolo se acercaron amistosamente, preguntando por algún novicio
anterior, por cruzar los nombres, por hablar o compartir sanamente. Sin lugar a
duda, hay una visión más clara de la repercusión de Fe y Alegría en el campo y
más específicamente en El Masparro, del acompañamiento de las religiosas, del
trabajo docente desinteresado, de todo ello, hay tema para reflexionar y
aprender para la vida de servicio a la que Dios nos llama con insistencia.
Luis Varela SJ
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