Monday, December 28, 2015

Cuando María nos dice: Ven y sigue a mi Hijo.



Jesús: “Todo es tuyo, dispón de mí”
San Ignacio de Loyola

 
 
Cada 14 de enero, la Iglesia de Barquisimeto recibe a la Divina Pastora que sale de su pueblo, Santa Rosa. Esta vez, fue el 08 de noviembre cuando creímos que seríamos los novicios quienes nos encontraríamos con ella en un acto casi voluntario. Para nuestra sorpresa, no fue así. Antes del sol, salimos con una instrucción: recorrer la ciudad, entrar a las Iglesias que estuviesen abiertas y ofrecer en cada una nuestra primera etapa de noviciado. 

A través de oración, rosarios y compartir nos acercamos a ese encuentro al otro lado de la ciudad. En el camino, visitamos algunos templos de diferentes sectores, clases y arquitecturas, desde grandes obras de arte a galpones que no parecen Iglesias “convencionales”, conociéndolas y orando en ellas. Recordaba el pasaje de Ef. 4; 5: un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo”.  

También una sola Iglesia que quiere conocer a Jesús y trabajar por Él. Ese mismo Jesús nos esperaba en Santa Rosa para renovar allá, junto a la Divina Pastora, nuestras promesas hechas el día de la entrada al noviciado, luego de haber vivido la primera probación; 15 días de reflexión y meditación que permiten conocer, a grandes rasgos,  la Compañía de Jesús y terminan con la expresión de renovar el compromiso de seguir buscando la voluntad de Dios en nuestras vidas.


Una eucaristía sencilla y animada en la que se sentía que esta peregrinación merecía la pena. Antes de la comunión, fuimos invitados delante del altar a releer las promesas. Al leer frases como «consciente de tu llamada»,  «aprender a ser tu compañero» me daba cuenta de lo que estaba pasando. Ahí estaba: Jesús, yo y, un poco más atrás, la Divina Pastora como testigo y acompañante. Fue ahí que cada uno, diciendo su nombre, expresó las ganas de continuar   en   el   noviciado,  conociendo  más  de un Jesús que se 
encarna en esta realidad.

En fin, no fuimos nosotros quienes fuimos a su encuentro. Fue ella, que desde el inicio de nuestro proceso vocacional, nos llamó para “ponernos con su hijo” y nos invitó a su casa -el templo de Santa Rosa- para que, así como ella se ofreció alguna vez al Padre y supo descubrir el plan de Dios en su vida, nosotros reconozcamos en este ofrecimiento ser “servidores de la misión de Cristo en la iglesia”.                                                                                                                                
 Jesús Urribarrí S.J.

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