Jesús: “Todo es tuyo, dispón de mí”
San
Ignacio de Loyola
Cada 14 de enero, la Iglesia de Barquisimeto
recibe a la Divina Pastora que sale de su pueblo, Santa Rosa. Esta vez, fue el
08 de noviembre cuando creímos que seríamos los novicios quienes nos
encontraríamos con ella en un acto casi voluntario. Para nuestra sorpresa, no
fue así. Antes del sol, salimos con una instrucción: recorrer la ciudad, entrar
a las Iglesias que estuviesen abiertas y ofrecer en cada una nuestra primera
etapa de noviciado.
A través de oración, rosarios y
compartir nos acercamos a ese encuentro al otro lado de la ciudad. En el
camino, visitamos algunos templos de diferentes sectores, clases y
arquitecturas, desde grandes obras de arte a galpones que no parecen Iglesias
“convencionales”, conociéndolas y orando en ellas. Recordaba el pasaje de Ef.
4; 5: “un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo”.
Una eucaristía sencilla y animada
en la que se sentía que esta peregrinación merecía la pena. Antes de la
comunión, fuimos invitados delante del altar a releer las promesas. Al leer
frases como «consciente de tu llamada», «aprender
a ser tu compañero» me daba cuenta de lo que estaba pasando. Ahí estaba: Jesús,
yo y, un poco más atrás, la Divina Pastora como testigo y acompañante. Fue ahí
que cada uno, diciendo su nombre, expresó las ganas de continuar en el
noviciado, conociendo más de un Jesús que se
En fin, no fuimos nosotros quienes
fuimos a su encuentro. Fue ella, que desde el inicio de nuestro proceso
vocacional, nos llamó para “ponernos con su hijo” y nos invitó a su casa -el
templo de Santa Rosa- para que, así como ella se ofreció alguna vez al Padre y
supo descubrir el plan de Dios en su vida, nosotros reconozcamos en este
ofrecimiento ser “servidores de la misión de Cristo en la iglesia”.
Jesús Urribarrí S.J.
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