El pasado mes de diciembre y hasta la primera
semana de enero 2016, los novicios de primer año tuvimos la oportunidad de
realizar la experiencia de hospital, divididos en dos (02) equipos, los
destinos fueron: la ciudad de Maturín, en el Centro de Salud “Manuel Núñez
Tovar” y el “Pequeño Cottolengo Don Orione” ubicado en El Manzano, Estado Lara.
Este mes concreto de vivencia fuera del noviciado nos invitó a sensibilizarnos
con otras realidades a través del contacto con personas necesitadas de
atención, que superando sus limitaciones nos recuerdan a un Jesús vivo que
continua naciendo año tras año en nuestra sociedad, reflejo de un padre amoroso
que en este tiempo de navidad que se hace cargo de todos sus hijos, en
especial, los más pequeños.
Durante la experiencia en Maturín, Dios se hizo
carne en personas concretas. Ayudar, entender y atender a niños en el área de
oncología y emergencia nos mostró un Jesús que se hace solidario y ve a las
personas más allá de su enfermedad. Las áreas de emergencia, trauma shock y
pediatría fueron escenarios para ver la realidad del país, la dificultad para
conseguir insumos médicos y quirúrgicos y la situación del servicio de salud
que se quedaba corto para el número de pacientes y sus necesidades. Un gran
reflejo de papá Dios fue poder observar como los familiares, amistades,
voluntarios y personal hospitalario que atienden a quienes ingresan al centro
clínico, por encima de las dificultades, regalaban esperanza a todos los
pacientes con su entrega, generosidad y esfuerzo y les daban la oportunidad de
reconocer las presencia de Jesús en todas las personas que les tendían la mano;
permitiéndoles vivir en esta navidad el nacimiento del hijo de Dios a
través de gestos de cariño y gratuidad.
A su vez, en el Pequeño Cottolengo compartimos con
más de 100 personas que presentan alguna discapacidad física o algún compromiso
cognitivo; aun cuando sus realidades son duras y sus familias biológicas están
lejos o ausentes, ellos han hecho de este centro una comunidad fraterna llena de
esperanza, donde reciben apoyo y han aprendido a vivir como verdaderos
hermanos. Este diciembre la institución nos abrió sus puertas y se nos dio la
oportunidad de ser partícipes de la dinámica de vida de los muchachos;
colaborando en las labores diarias, tales como: aseo personal matutino,
acompañamiento en los pabellones, corte de uñas, limpieza de oídos,
alimentación y preparación de las comidas y meriendas. El tiempo se hizo corto
y la empatía con estos simpáticos y sinceros “niños de corazón” fue creciendo,
al punto de marcar nuestra vida de forma positiva y hacernos rememorar aquellos
diciembres, cargados de inocencia, en los que esperábamos con ansía la venida
de Jesús hecho niño.
Resumiendo, esta
primera experiencia de mes nos regaló la oportunidad de ser testigos de un Dios
que continúa apostando por los más pequeños, que se hace presente en cada
corazón y que quiere el bienestar para todos, que pese a las dificultades,
sigue suscitando en los corazones de muchos el deseo de ayudar y hacer más fácil
la existencia humana. Fuimos partícipes de la novedad de Jesús que se
reinventa cada Diciembre para sorprendernos en diferentes realidades y que,
lejos de las celebraciones, la ropa nueva y los regalos, nos ilumina para
reconocernos hijos de Dios ante los belenes y pesebres actuales. Una vivencia
que permite salir de nuestras comodidades y costumbres, que nos invita a ser
jóvenes prestos al servicio, atentos al más necesitado y en continua búsqueda
de un Dios que se encarna en las realidades del mundo.
Novicios de Primer Año: Arturo, Luis, Juan y Jesús.
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