Monday, January 18, 2016

Aprender a estar con los que sufren...




El pasado mes de diciembre y hasta la primera semana de enero 2016, los novicios de primer año tuvimos la oportunidad de realizar la experiencia de hospital, divididos en dos (02) equipos, los destinos fueron: la ciudad de Maturín, en el Centro de Salud “Manuel Núñez Tovar” y el “Pequeño Cottolengo Don Orione” ubicado en El Manzano, Estado Lara. Este mes concreto de vivencia fuera del noviciado nos invitó a sensibilizarnos con otras realidades a través del contacto con personas necesitadas de atención, que superando sus limitaciones nos recuerdan a un Jesús vivo que continua naciendo año tras año en nuestra sociedad, reflejo de un padre amoroso que en este tiempo de navidad que se hace cargo de todos sus hijos, en especial, los más pequeños.
 
Durante la experiencia en Maturín, Dios se hizo carne en personas concretas. Ayudar, entender y atender a niños en el área de oncología y emergencia nos mostró un Jesús que se hace solidario y ve a las personas más allá de su enfermedad. Las áreas de emergencia, trauma shock y pediatría fueron escenarios para ver la realidad del país, la dificultad para conseguir insumos médicos y quirúrgicos y la situación del servicio de salud que se quedaba corto para el número de pacientes y sus necesidades. Un gran reflejo de papá Dios fue poder observar como los familiares, amistades, voluntarios y personal hospitalario que atienden a quienes ingresan al centro clínico, por encima de las dificultades, regalaban esperanza a todos los pacientes con su entrega, generosidad y esfuerzo y les daban la oportunidad de reconocer las presencia de Jesús en todas las personas que les tendían la mano; permitiéndoles  vivir en esta navidad el nacimiento del hijo de Dios a través de gestos de cariño y gratuidad. 

A su vez, en el Pequeño Cottolengo compartimos con más de 100 personas que presentan alguna discapacidad física o algún compromiso cognitivo; aun cuando sus realidades son duras y sus familias biológicas están lejos o ausentes, ellos han hecho de este centro una comunidad fraterna llena de esperanza, donde reciben apoyo y han aprendido a vivir como verdaderos hermanos. Este diciembre la institución nos abrió sus puertas y se nos dio la oportunidad de ser partícipes de la dinámica de vida de los muchachos; colaborando en las labores diarias, tales como: aseo personal matutino, acompañamiento en los pabellones, corte de uñas, limpieza de oídos, alimentación y preparación de las comidas y meriendas. El tiempo se hizo corto y la empatía con estos simpáticos y sinceros “niños de corazón” fue creciendo, al punto de marcar nuestra vida de forma positiva y hacernos rememorar aquellos diciembres, cargados de inocencia, en los que esperábamos con ansía la venida de Jesús hecho niño.


Resumiendo, esta primera experiencia de mes nos regaló la oportunidad de ser testigos de un Dios que continúa apostando por los más pequeños, que se hace presente en cada corazón y que quiere el bienestar para todos, que pese a las dificultades, sigue suscitando en los corazones de muchos el deseo de ayudar y hacer más fácil la existencia humana. Fuimos partícipes de la novedad de  Jesús que se reinventa cada Diciembre para sorprendernos en diferentes realidades y que, lejos de las celebraciones, la ropa nueva y los regalos, nos ilumina para reconocernos hijos de Dios ante los belenes y pesebres actuales. Una vivencia que permite salir de nuestras comodidades y costumbres, que nos invita a ser jóvenes prestos al servicio, atentos al más necesitado y en continua búsqueda de un Dios que se encarna en las realidades del mundo.


                                                                             Novicios de Primer Año: Arturo, Luis, Juan y Jesús.



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