Los novicios de la compañía de
Jesús, de la Provincia de Venezuela, en Barquisimeto, cada sábado, asistimos a
las comunidades de Pavia para realizar una de nuestras actividades pastorales;
en parejas, visitamos las comunidades de la Entrada de Piedra Colorada, Padre
Diego y Tapa e´ Piedra, dormimos en los respectivos lugares y regresamos a casa
durante la mañana del domingo. Esta experiencia brinda la oportunidad de
compartir y acompañar a las familias, trabajar con ellas y realizar actividades
como: celebraciones de la palabra, rosarios, momentos de oración, catequesis,
entre otras, que nos permiten crecer a nosotros en el aspecto apostólico y, a la vez, junto con otros, como personas,
familias y comunidad.

A su vez, esta actividad pastoral
nos da la oportunidad de vivir, desde la propia experiencia, las necesidades y
exigencias que viven actualmente estas comunidades; la falta de transporte
público, la escasez o la falta de agua potable, la dificultad para adquirir
alimentos; realidades concretas de las que fácilmente no podemos desentendernos
aquellos que vivimos de
«la Divina Providencia
»; sentir con nuestro pueblo y
a través de ellos, nos pone los pies sobre la tierra, nos muestra un contexto
socio-económico y político complejo y nos invitan a sabernos partícipes y
constructores de una sociedad que busque, a imagen de Jesús, promover la
justicia y el desarrollo social.

Más aun,
las comunidades de Pavia se vuelven para
nosotros una oportunidad de encuentro, de celebración y de compartir; una
visión de Jesús encarnado en esta gente buena, cariñosa y acogedora que nos
recibe siempre con buen ánimo, alegría y brindándonos, desde su humildad, lo
mejor que tienen. Una experiencia de Jesús que no se consigue en libros,
estudios o tratados teológicos; un hogar lejos de casa, una familia que te
recibe con los brazos abiertos y con la mayor alegría.

Al salir cada sábado, vamos con
el entusiasmo de enseñar, de dar a conocer a Jesús, de ser testimonio… sin
embargo, cuando tenemos sed y nos dan de beber, cuando tenemos hambre y nos dan
de comer y cuando estamos cansados y nos dan una cama para descansar, descubrimos
que tenemos poco para dar en comparación con lo que podemos recibir de estas
personas.
Al abstraernos por un momento y
vernos desde fuera, en un lugar lejano, muchas veces desconocido, con un clima desértico
y sin una ruta bien definida, entendemos que Dios se hace presente ahí, en el
plato de comida, en el carro que nos da la cola, en la silla donde descansamos,
en las sonrisas, en fin, en la acción de las personas desinteresadas,
serviciales y entregadas que se hacen imagen de Dios y que nos enseñan con lo
pequeño, con su disposición y su cercanía a decir, semana tras semana, gracias
Señor, gracias.
Juan Hellburg S.J.
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