Esta navidad los novicios de primer año participamos
en la experiencia de hospital, fuimos destinados al Pequeño Cottolengo Don
Orione, desde el 8 de diciembre hasta el 03 de enero. La casa acoge a 96
muchachos con condiciones especiales y trata, en medio de la difícil realidad
venezolana, de brindarles un hogar donde puedan desarrollarse dignamente. El
encanto de la casa contrastaba con nuestros miedos y expectativas, ante un
ambiente completamente desconocido.
Los primeros días nos costaron; tuvimos el
cuestionamiento constante sobre la dignidad humana, la pobreza, la exclusión,
los olvidados, es decir, los sujetos que motivan nuestro discurso y acciones de
vida; sintiendo un conflicto interior sobre lo que decimos y hacemos ¿Cómo
puede costarnos algo en lo que creemos? Pero fuimos entendiendo que el
servicio, y la entrega por los demás, debe trascender incluso nuestras
limitaciones, valorando la importancia de conocerlas y dialogar con ellas.
Con el trascurrir de los días nos fuimos vinculando
afectivamente con cada uno de los jóvenes, transformando así, el servicio en
compartir la vida con el otro. Aprendimos nuevas claves de relación y
comunicación, estamos convencidos que las que predominan en la sociedad no son
las únicas, ni las más importantes. En medio del Pequeño Cottolengo iba
naciendo un Jesús que nos interpelaba y nos hablaba directamente al corazón,
preguntándonos si estábamos dispuestos a volver a nacer con él, a gustar y
sentir su presencia en estas tensas realidades humanas.

La experiencia de hospital reaviva el fuego de
nuestra vocación, que va optando por esta mínima Compañía en el seguimiento al
Jesús que para nosotros volvió a nacer este 25 de diciembre y al que, como los
pastores, hemos visto con ojos nuevos.
Roberto Ferrer SJ
Jesús Linares SJ
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