Sunday, April 3, 2016

Compartiendo el pan con el Primer Caminante



Durante esta Semana Santa tuve la oportunidad de participar en el campamento misión de Huellas Azules 1 de la región eje fronterizo. Este se realizó en el pueblo de Orope, Edo Táchira. Asistieron aproximadamente 20 colaboradores y asesores de diferentes partes del país y 56 huellistas de los estados Apure y Táchira. En mi caso, estuve colaborando en la comisión de cocina, realizando el desayuno, el almuerzo y la cena para el conjunto de personas que allí nos encontrábamos.

La comida es para todos un punto de encuentro, de compartir y de renovar fuerzas. La manera de saciar una de las necesidades primarias y para muchos la más importante y placentera de todas. Jesús disfrutaba justamente de eso, de sentarse a la mesa y con sus amigos entablar conversaciones, construir relaciones, hacer hermanos, construir caminos. 

Durante esta semana Dios me regaló la oportunidad de vivir en torno a la mesa y, modestia aparte, con buena comida, se dio la experiencia de compartir la vida, entrelazar vivencias, conectar los corazones. Poder servir desde este lugar, contribuir con la energía y el ánimo de los chamos, aun de forma indirecta, fue una oportunidad de experimentar el amor de Jesús en uno de los gestos más sencillos y cotidianos. Ser para esos jóvenes alimento y fuerza, dar de lo poco o mucho que podíamos hacer, incluso consentirlos de vez en cuando fue para mí una vivencia profunda de servicio, entrega y sacrificio. 

Pude en medio de las conversas y el compartir conocer un poco más la vida del huellista, valorar la propuesta que se le ofrece al chamo y reconocer que aun en medio de dificultades, de grupos extremistas, de escasez y bachaqueo, realidades propias del pueblo y la región, los jóvenes de huellas siguen manteniendo la mirada puesta en Jesús, primer caminante, poseen una capacidad increíble de contagiar ánimo y alegría, tienen la disposición y las ganas de trabajar con los más pequeños, de transmitir la energía de su juventud, de compartir el amor de Jesús. 

Al final de la experiencia son las palabras de agradecimiento, los gestos de cariño y los regalos de retribución la mejor forma de cerrar la semana. Durante esta semana fui testigo de la alegría de celebrar a Jesús resucitado y presente en medio de nosotros, dando ánimo, impulsándonos a dar más, invitándonos a seguir reconociéndolo en el encuentro con el otro y en el servicio desinteresado. 

Doy gracias a Dios por permitirme convivir con un grupo de trabajo que mediante las bromas y las buenas conversas supo hacer de la dura tarea de cocinar un espacio de aprendizaje, crecimiento y diálogo. En definitiva, el campamento misión de huellas, es una opción oportuna y especial para vivir la semana santa de manera dinámica y enérgica, acompañando y colaborando a un grupo de chamos que se las piensan diferente, que se esfuerzan y trabajan por construir una comunidad, una ciudad, un país más “chévere que chévere”.


Juan Hellburg SJ

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