La experiencia de dar aún en medio de tantas carencias
El sábado 28 de marzo en la
noche, en la Iglesia de El Furrial, en el estado Monagas, se llevó a cabo la
misa de envío de aproximadamente veinte jóvenes misioneros que llegaron a ese
pueblo para vivir, en distintas comunidades de la parroquia Nuestra Señora de
Coromoto –de Jusepín-, el Campamento Misión Semana Santa 2015.
Ese sábado en la noche Johjandri
Pérez, Bryan Bolívar (ambos provenientes de Maturín) y mi persona salimos rumbo
a la comunidad Nuestra Señora de la Candelaria. Ahí nos recibieron niños,
jóvenes y mujeres adultas que trabajan permanentemente por mantener viva, en su
terruño, la fe católica.
Con participación de la
comunidad, el domingo 29 de marzo en la mañana planificamos todas las
actividades que llevaríamos a cabo. Ese mismo día en la tarde arrancamos con la
procesión de palmas. Además de las actividades litúrgicas y religiosas propias
de cada día, tuvimos encuentro con niños, jóvenes y adultos, visitamos decenas
de hogares, limpiamos el templo y pudimos constatar una verdad clave para el
cristiano: la gente sencilla no da de lo que le sobra, da generosamente de lo
poco que tiene. Lo vimos y lo vivimos, por ejemplo, en cada mesa a la hora de las comidas.
Fue esta Semana Santa un tiempo
de muchas actividades, pero hasta el cansancio se disfruta cuando se
experimenta la dicha de haber trabajado por el Reino de Dios. En estos días
santos he confirmado una intuición que me acompaña desde hace rato: no hay
misión sin comunidades de acogida. En este sentido, los misioneros no son solo
los que llegan a la comunidad, los misioneros también son quienes acogen a los
visitantes. Te reciben con una frase especial: “Llegaron los misioneros”, una
frase especial pero incompleta, pues ellos también son misioneros.
Sin duda, ha sido una semana para
recargar las baterías, para verificar que Dios hace cosas grandes en el corazón
de cada uno de sus hijos. Dios ya ha hecho su parte. Eso lo constatamos por
todos lados. Ahora nos toca a nosotros, animados por la experiencia de la
resurrección, seguir trabajando con el
objetivo de invitar a cada hombre y a cada mujer, a cada niño, a cada joven a
hacer su parte: abrir su corazón a Dios y extender su mano hacia Jesús para
recorrer con él y con María el camino de la vida.
Por: Erick S. Mayora, NSJ
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